San Marino, ¿el Mónaco itálico?

Tedy, el amable camionero albanés, no iba muy lejos pero nos acercó hasta un centro comercial donde podríamos tener suerte. En Italia anochece muy, muy pronto. Una familia de dos señoras y un señor nos recogió en su coche. Iban cerca, a Rímini, y, ya de noche, él paró en un desvío y nos dejó en medio de la autovía. Vale: tendríamos que cruzar al otro lado en la oscuridad y en medio de un nutrido tráfico de coches más rápidos que un velociraptor dopado, para luego caminar por el arcén. Las señoras enseguida se dieron cuenta del peligro e insistieron al conductor para que nos acercara a las afueras de la ciudad (a menos de un kilómetro). Pero él no sólo se hizo el sueco sino que, al despedirnos, nos sugirió que hiciéramos una foto del logo de su empresa y la colgáramos en nuestro blog (¿¿qué??).

San Marino centro torre Rocca Cesta
San Marino centro

Como de noche no te coge en autoestop ni tu tía (al menos en Italia) y pretendíamos llegar a una hora razonable a casa de nuestro couch Diego, nos lanzamos a la jungla de cajas de metal y caminamos un buen rato hasta encontrar por fin una desértica parada de bus hasta la estación de Rímini, donde cogimos uno a San Marino, más caro de lo que habíamos pensado (¡cuatro euros por persona, OMG!).

No sabíamos si Diego habría leído el sms donde le avisábamos de que llegábamos, así que sentíamos una cierta inseguridad. Al preguntarle al conductor por la parada de Serravalle, este se empeñó tanto en orientarnos que nos preguntó quién nos venía a buscar, nos forzó a darle el número de Diego y le llamó desde su móvil. Nuestro couch, por suerte, se tomó con naturalidad la llamada del paternal Superchófer. Diego es un apacible colombiano que emigró a San Marino a los nueve años. En la casa nos recibieron su chica Michela y cuatro perros. Comimos todos juntos un plato de pasta y charlamos, encantados del milagro Couchsurfing o cómo, una vez más, es tan fácil sentir que conoces de siempre a personas a las que acabas de ver por primera vez hace diez minutos. Con Diego tuvimos interesantes conversaciones en aquellos días, y con Conte y Lulú, los dos perros que más estaban en casa, desahogamos los mimos que ya no les podríamos hacer a Dani y Nerea.

Si os preguntáis qué es San Marino, os aclaramos que no es una ciudad de Italia sino un mini-país incrustado en ella, y además extracomunitario, lo que no le impide tener el euro como divisa. Es la república más antigua del mundo, y su sistema de gobierno es rarito: al frente del país están dos Capitanes Regentes que son relevados cada seis meses. Los elige el Gran Consejo General, cuyos miembros son elegidos por los ciudadanos cada cinco años. Tiene sólo treinta mil habitantes, y es uno de los países más pequeños del planeta (aunque comparado con Mónaco no tanto: ¡por lo menos tiene campo!). Sólo hay una cárcel, la menos masificada del mundo, ocupada entonces por un solo preso al que durante nuestra estancia le quedaban sólo unas semanas de condena. ¡Es posible que hoy día esté vacía! Es un país rico; no tanto como Mónaco pero muy por encima de Italia, aunque la sensación que nosotros tuvimos allí no fue la de estar rodeados de pijerío. De todos modos, cuando estás en San Marino cuesta no sentir que sigues en Italia: el idioma es el mismo y su historia está íntimamente ligada al país que lo circunda.

Diego y Conte, nuestros couchsurfers San Marino
Diego y Conte, nuestros couchsurfers

Varias personas se habían horrorizado al saber que iríamos allí («es bastante feo, sólo es un lugar turístico para gente con dinero»); y, sin embargo, nos pareció muy bonito y tranquilo (tal vez porque era otoño). El centro está dispuesto alrededor de un peñasco y no es apto para perezosos, sobre todo si llegas caminando desde Serravalle, Borgo Maggiore o algún otro lugar de la parte de abajo. Las calles no tienen otra opción para salvar la altura que subir en super-zigzag a lo largo de todo el peñasco, así que el plano de la ciudad es bastante curioso y uno ha de estar atento a los atajos. Por lo demás, es tan chiquitín que se ve en uno o dos días, incluyendo los museos, en la mayoría de los cuales pudimos entrar gratis (no olvidaremos a la salada taquillera que, mientras hablaba por teléfono con alguien que no debía oírlo, nos contestó: «no, no podéis entrar gratis aquí y no, no podéis hacer fotos», mientras con cómicas señas nos decía que sí, sí podíamos hacer todo eso y que entráramos sigilosamente). El único que no nos dejó entrar fue el museo de las Curiosidades, que por los folletos prometía frikismo a tope, pero en cambio visitamos el espeluznante Museo de la Tortura, el Museo de la Cera, las torres de la Cesta y de Guaita con sus colecciones de armas medievales… y al famoso Palazzo Publico que sale en todas las fotos de San Marino no pudimos llegar porque estaba en obras y (cáspita) abriría justo al día siguiente a nuestra partida.

Disfrutamos por fin de un clima que nos dejó sacar la manga corta al sol, y conocimos fugazmente a dos argentinos que también estaban viajando cada uno por su lado. Comprobamos otra vez lo absurdas que son las reglas del MacDollars, con dependientes deseosos de darnos cosas, fascinados por la idea de nuestro viaje (se ve que por San Marino no pasan muchos viajeros sin pasta) y jefe que impone tirar la comida a la basura. Teo nos contó que a él le habían negado ¡un vaso de agua! Fue la última vez que lo intentamos en esa cadena. Bajar un poco por la carretera, entrar en una pizzería italiana y recibir unos riquísimos trozos de pizza que nos dieron con alegría nos terminó de convencer de que había alternativas mucho mejores y de que, donde esté un negocio pequeño, que se quiten las grandes cadenas deshumanizadas.

Chaleco pinchos para carceleros sofocar motines
Hay allí un rincón bastante sado

Un episodio extraño fue la búsqueda surrealista de euros sanmarineses. Algo que debería estar chupao precisamente en San Marino, ¿no? La madre de Jorge colecciona euros de curso corriente de diferentes países, y le había encargado que le mandara algunos. Así que habíamos reservado unas monedas para cambiar en la primera tienda que se nos pusiera por delante. Misión imposible: los dependientes de todos los sitios donde preguntamos negaron tenerlos y nos advirtieron de que tampoco los encontraríamos en otro local, rematando:  «pero hay tiendas donde te venden euros sanmarineses de colección». Pagar doce o quince euros por un conjunto de monedas cuyo valor, si se suman todas, es de 3’88 era algo a lo que, claro, no estábamos dispuestos. Desconcierto: ¿se habrían aliado los comerciantes para dar ganancias a los vendedores de monedas? ¿Les daría pereza buscar en sus cajas registradoras? ¿Sería que en San Marino no se usaban los euros de San Marino? ¿Estaría el único preso del país en la cárcel por haberlos robado todos y enviado a coleccionistas rusos? Al final, Jorge, empecinado en cumplir su deber filial, optó por entrar en el último local que se nos cruzó en el camino de vuelta: ¡una tienda de numismática! Se metió allí con toda su jeta. El dependiente alucinaba en colores cuando le dijimos que no podíamos comprarle monedas, que lo que queríamos de él sólo era cambio en dinero de San Marino. Naturalmente, negó por sus muertos más frescos tenerlo.

Al cabo de un par de días, volvimos a Italia en dirección a Roma; nuestra siguiente parada sería Perugia.

4 Respuestas a “San Marino, ¿el Mónaco itálico?

  1. Hola Viajeros!!
    Desde el Perú, desde hace un tiempo estoy siguiendo sus aventuras, leer sus relatos me hace recordar las que tuve visitando Europa por 3 veces, couchsurfers de toda Europa me alojaron y me ayudaron mucho y en Perú yo hago lo mismo y mas. Regresare a Europa y de seguro visitare San Marino y algunos de los lugares que uds. han visitado o visitaran…los leo con mucho interés.
    Saludos desde Perú y a seguir viajando.

    • ¡Hola, Edgardo! Pues sí, me suena que ya nos habías dejado alguna vez algún comentario 😉 Te recomendamos visitar San Marino: es curioso eso de poder ver un país en un par de días. Además es bastante bonito y tiene alrededor ciudades italianas también muy interesantes ¡Que disfrutes Europa; nosotros tenemos muchas ganas de ir a Latinoamérica! 😀

  2. Hola amigos:
    Hace un par de semanas que os sigo.que envidia que me dais.gran viaje el vuestro,
    Algún día me tocara a mi,jeje,mientras aprendo de vosotros.esperando la siguiente entrega con ganas.un saludo desde Barcelona.

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