Perugia, alma etrusca entre las colinas

Perugia es ese tipo de lugar que da sentido a viajar sin saber nada sobre el sitio al que vas: no es una ciudad especialmente conocida en España, como tampoco lo es la bellísima región donde se ubica, Umbría, eclipsada por la fama internacional de la Toscana. Y sin embargo, cuando uno llega allí, se encuentra una grata sorpresa que supera sus expectativas.

Perugia desde la Fortaleza del Sol

Desde la Fortaleza del Sol

Llegar a Perugia fue fácil y rápido gracias a la previsión de Diego, que nos aconsejó evitar la carretera más transitada y nos llevó hasta Novafeltria, un pueblo situado en una vía más marginal, donde es más fácil que los conductores se fíen de recogerte. Al cabo de un rato paró Dennis, un músico que venía de comprar instrumentos para su banda, Maura & Dennis, y que se dirigía a Roma, donde vivía. De no haber quedado ya con Marcus, nuestro couch en Perugia, habría sido la oportunidad perfecta para seguir viaje hasta la capital. Viajar con Dennis y su alegre conversación por aquel verde paisaje de colinas y montañas fue muy entretenido, y además nos regaló una manzana de su huerto y nos acercó a las mismas puertas de la ciudad, adonde llegamos a mediodía, ¡inusualmente pronto!

Luego nos perdimos como horquillas. El centro está sobre una colina. Caminamos bastante hasta encontrar un ascensor, y unas escaleras que recorrían un fascinante subterráneo nos llevaron hasta el cuore de la ciudad. Allí, casi al lado de casa de Marcus, caímos una vez más en el error que nunca debéis cometer: ¡preguntar por una calle a la policía municipal! Con frecuencia os indicarán FATAL. Siguiendo sus consejos, zigzagueamos como hamsters, subiendo y bajando por calles y caminando en círculos hasta que, cansados y discutiendo en una bocacalle, nos encontraron Marcus y sus hijos Molly y Thomas, que estaban llegando a casa.

Marcus y Paola couchsurfers Perugia Bari

Marcus y Paola

Los tres eran encantadores e irradiaban alegría: gente como ese par de críos la reconcilian a una con el (cada vez más agresivo y malcriado) género infantil. Tras las bromas y las presentaciones, se pusieron a hacer los deberes. Thomas sentía aversión por las matemáticas (¡le comprendo perfectamente!), provocada no ya por los insufribles números sino por un profe desmotivador. Jorge se relamió ante el panorama: ¡por fin un alumno, con lo orgásmico que es para él enseñar cualquier cosa! Tras un par de horas de clase, no sé cómo se las arregló pero el crío (al que apretó tanto las tuercas que terminó haciéndole llorar de estrés) pasó poco a poco a motivarse con las dichosas matemáticas («¡a por otro problema!», gritaban chocando la mano). Luego, Thomas nos explicó sus sorprendentes y lúcidos inventos, convenciéndonos de que una mente inteligente puede verse a menudo bloqueada por la excesiva presión del enseñante o por la falta de confianza en sí misma. ¡Thomas, ánimo que, si crees en ti, serás un gran inventor! Los niños volvieron a casa de su madre esa misma noche, así que el resto del tiempo ya no los vimos.

En los dos días que pasamos en Perugia, aprovechamos para deambular por las calles de piedra de esa fascinante ciudad de origen etrusco. La Historia se respiraba por todas partes, y era fascinante comprobar la unidad estética de los edificios, casi todos de piedra. En Perugia, sobre todo de noche, cuando las tiendas están cerradas y muchas calles casi vacías, sientes que pones un pie en la Edad Media. De día, en cambio, el paisaje cambia: las vistas que desde la alta ciudad antigua se tienen de la periferia y del campo que la circunda valen realmente la pena. Un lugar precioso y tranquilo para vivir: desde luego, Marcus (inglés que lleva dos décadas en Italia) no tiene un pelo de tonto.

Calle de Perugia

Una calle cualquiera

La segunda noche bajamos al Borgo Bello, situado a los pies del centro y que parecía tener una cierta rivalidad con éste: «El Borgo Bello es más bonito que Perugia», reivindicaron unos vecinos, como si el barrio no formara también parte de la ciudad. Habíamos bajado allí atraídos por una alegre música de acordeón y descubrimos que estaban haciendo una pequeña fiesta en la calle donde repartían gratis vino y castañas asadas. Nos apuntamos, claro, y charlamos un rato con los peruginos antes de seguir camino, ateridos por el frío que ya empezaba a calar. Entonces nos topamos con el Museo Arqueológico Nacional de Umbría, así que entramos. Las taquilleras nos dejaron pasar gratis un poco por la vuelta al mundo y un poco por mi antiguo carnet universitario de estudiante de Historia.

También pudimos entrar gratis al Museo de la Catedral, gracias a Chiara, una pizpireta guía turística amiga de Marcus. Junto con un grupo de italianos, nos llevó por los subterráneos etruscos y romanos de la catedral, que no habríamos podido entender sin sus explicaciones. Por quedarnos al final contemplando algunas de las piezas del museo (Chiara nos hizo una especie de «bonus trak»), ¡nos cerró la catedral! Estamos llegando a la conclusión de que, cada vez que nos dejamos algo importante de ver en un sitio, el culpable es nuestro subconsciente: queremos una excusa más para volver. Como quien se reserva un trozo de su porción de tarta para comerlo mañana, o frena el ritmo de lectura de un libro interesante a medida que se acerca al final… porque puedes ver dos veces la misma película, pero nunca será igual que la primera.

La segunda noche vino Paola, la novia de Marcus, una risueña y parlanchina baresa que vivía en Roma. Al día siguiente comimos juntos y nos fuimos todos a la capital en el coche de Marcus. ¡Couch y transporte, dos por uno!: desde luego, no viene mal de vez en cuando descansar del autoestop. Al calorcito del sol que entraba por la ventanilla, nos quedamos dormidos como bebés.

2 Respuestas a “Perugia, alma etrusca entre las colinas

  1. Hola de nuevo
    Parece bonito perugia,buen aporte a tener en cuenta en próximas escapadas a Italia.un saludo y buen viaje.

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